Psicoterapia en la era digital

Texto de Carolina Olmedo

La psicoterapia en línea es una modalidad de trabajo que requiere de investigación, análisis, reflexión, debate, teorización. Es una área nueva de trabajo psicoterapéutico, que inicia con el desarrollo de la tecnología de telecomunicaciones vía internet.

Comencé a trabajar desde hace 7 años con algunos pacientes que se fueron de México a vivir a otros países, la experiencia es muy interesante y sí, con mil retos y cambios respecto a la psicoterapia presencial. Tiene algunas limitaciones, por ejemplo, es imposible realizar en consultorio-pantalla algún trabajo corporal, en ese sentido tiene aspectos frustrantes, por lo menos para mi, como psicoterapeuta que emplea diversas técnicas que pasan por el manejo de las emociones a través de ejercicios y representaciones corporales.

Es un trabajo hecho de imagen y palabras, nada más… y nada menos.

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Sin embargo, es imposible no ver que cada vez la psicoterapia digital, esa virtualidad de la comunicación, esa presencia a través de una pantalla, ese estar y compartir emoción, pensamiento y  análisis. Es una tendencia creciente en el trabajo psicoterapéutico. Según datos de una encuesta realizada por la edición digital del periódico El Clarín, más de la tercera parte de los psicoterapeutas en Argentina (en el año 2012),  tenían entre el 15 y el 50%  de su consulta vía internet. El Clarín: crece la terapia online

El “ser digital” como lo nombra Nicholas Negroponte (Being Digital, 1995) , es una más de las dimensiones humanas. El trabajo a distancia, con una persona de carne y hueso del otro lado de la pantalla, de quien tenemos su imagen – emoción – palabra, es increíblemente distinto al trabajo en consultorio y, al mismo tiempo, increíblemente similar al trabajo en consultorio. Sé que suena contradictorio y tal vez absurdo, pero así es, o debiera decir, así me lo parece. Urge compartir experiencias de esta forma de trabajo, analizar y compartir nuestro trabajo a la luz de las nuevas y viejas teorías.

Hoy la percepción del tiempo y del espacio, es distinta de la percepción del tiempo y del espacio de hace apenas unos años, el “mundo globalizado” a través de la digitalización, le ha dado una inmediatez impensable hace veinte años. Es imposible no moverse con este flujo de información, de pensamiento, de relación… que tiene una configuración estructural distinta a la que tenemos las personas que hoy tenemos más de 35 años. Crecimos adquiriendo conocimientos en un salón de clases, teniendo un proceso psicoterapéutico en un consultorio, obteniendo teorías a través de libros o conferencias, escuchando música en la radio o comprando los discos LP´s, que reproducíamos en una consola, hacíamos trabajos con máquinas de escribir y corregíamos con goma, buscábamos información en bibliotecas y hemerotecas, etc., etc.

Hoy, todo eso y muchos elementos más, los tenemos a unos cuantos clicks de computadora. Es aterrador y fascinante, mi yo de 50 años se asusta un poco, y también, mi yo de 50 años con hijos adolescentes y marido dedicado a la tecnología, se fascina de las miles de posibilidades que los medios de comunicación actuales abren. Creo que los que nacimos en el mundo anterior a la era digital y que siendo adultos hemos sido espectadores del boom de la digitalización cotidiana, estamos un poco condenados a estar atrapados entre los dos mundos, ¿como no estarlo? Somos transición, entretiempos.

Creo que todos nos deslizamos -queriéndolo o sin querer-, hacia la aceptación de una dimensión más de la percepción humana, la digital o cibernética o como quiera llamársele. La presencia virtual que casi todas las personas tenemos a través de un «muro» personal en Facebook, o una cuenta en twitter o en instagram, es parte de esta forma de comunicación y de pensamiento que acepta al otro en su realidad virtual, puede haber diálogo o no, finalmente responde a una necesidad de hacer comunicable el mundo interno. Hay un mensaje que se emite con el deseo de ser visto, leído, escuchado…que es lanzado al ciberespacio, como quizás antes la gente lanzaba algún mensaje en una botella al mar, esperando que éste fuera rescatado por alguien en algún lugar, que fuera leído, entendido… Palabras al futuro, comunicación sin destinatario, deseos puestos en papel que atraviesan la individualidad y se muestran al otro, cualquier otro, muchos otros que nos dan parámetros, que son referentes distintos y al mismo tiempo iguales a nosostros mismos. Comunicación humana.

Esta “virtualidad” tampoco es una novedad en la percepción humana, supongo que es parte de lo que nos caracteriza como seres humanos, es uno de los muchos aspectos que nos humaniza. La creatividad, la imaginación, la fantasía… el arte, la ciencia, la construcción de cualquier hacer humano, tiene como antecedente una semblanza, siempre virtual, de lo que se desea, o necesita.

El tema da para mucho, sin duda. Apenas comienzan a explorarse sus infinitas posibilidades. Todavía me siento navegando en un mar poco explorado, con pocos colegas en México por los mismos mares, todavía obtengo caras de sorpresa o curiosidad cuando digo que tengo sesiones con algunos pacientes por skype:  «¡Qué lanzada!» es una expresión común cuando surge el tema, sin más.

La vida me puso enfrente esta modalidad de trabajo terapéutico hace años, me resistí al principio, pensando que sólo sería un tiempo corto y en apoyo a una paciente que emigró a otro país, poco a poco la propuesta de este trabajo fue volviéndose una opción viable y efectiva para muchos pacientes, no nada más en situaciones de emigración.

En fin, lanzo esta botella al mar cibernético esperando sea leída, escuchada y si, por supuesto, también comentada.

Imagen tomada de: http://www.larepublica.ec

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